No me gusta perder... en realidad, a nadie. Pero no estoy acostumbrada. Es una sensación que mi sistema no asimila hasta dentro de un buen rato y a la que no reacciona muy bien, por la tardanza de las emociones y porque no las exteriorizo.
Una vez me pasó que tenía un torneo de tenis contra una muchacha que era unos 3 ó 4 años menor que yo. Cuando la vi, me reí por dentro, me confié, pensé "a esta la exploto yo sin mucha lucha".
Durante el primer, 2do y tercer game todo iba bien, yo ganando sin tener que sudar mucho. Pero la muchacha parece que se comió
las espinacas de Popeye o simplemente me cogió el punto débil.
El tema es que empatamos y, guess what? ella me ganó.
Porque me confié. Porque la subestimé. Porque "me dormí de ese la'o".
Los errores cometidos son evidentes.
Hoy tuve una situación similar. La única diferencia es que esta vez no se trataba de tenis, no tuve mucho tiempo para prepararme y no me confié -bueno, si, pero no tanto- y todos eran talentosos, no había ventaja.
Y sí, perdí. Y aunque llegué lejos, y debo estar orgullosa de eso, uno siempre quiere llegar hasta lo más lejos.
Con esto -y, con cosas que algunas personas me dijeron que no suelen decirme, probablemente por mi ánimo de hoy- me he puesto a reflexionar -no sé porqué- que:
-Tengo muchos asuntos personales qué resolver.
-¿De verdad el ser humano no puede querer abarcar casi todo?
-Nunca se debe subestimar a nadie.
-Hay que respetar los sueños de la gente.
-También hay que respetar cuando alguien duerme -jajaja qué cuerda da que nos despierten de mala manera-.
-Hay que luchar por lo que uno quiere y no rendirse a la primera, ni a la 2da, ni nunca.
-Debemos parar de cuestionar al mundo y empezar a cuestionarnos a nosotros mismos, tratar de corregir nuestros errores y respetar los ajenos.
-Si las primeras veces no funcionó, es porque probablemente no era tiempo, no estabas preparad@.
Y finalizo diciendo: Para grandes satisfacciones, grandes riesgos.