Mami en su afán de que yo sea una persona lo más preparada posible, a mis 15 ó 16 años me puso "a la mala" en una clase de informática. Las clase estaba llena de "viejos" (entre 40 y 60 la mayoría, viejos para mi en ese entonces) y al principio enseñaban cosas que, para mi que tuve el privilegio del acceso a una computadora desde temprano, eran obvias, cualquiera las sabía.
Ver cómo el reloj se acercaba a la hora de tener que coger para ese instituto para tomar las clases era toda una tortura. Lo único bueno de la clase era un muchacho que se estaba 'rompiendo de lo bueno que estaba', pero mas nada, tenía la cabeza huequísima, la clase no le entraba ni mata'o, y lo peor: el sabía que estaba bueno.
A las 2 semanas parece que el chico que estaba rompiendose de bueno no aguantó más tanta información en su cerebro y nunca volvió a la clase. Y entonces ahí si, ya de verdad no había nada de bueno en esa clase... o al menos eso pensaba yo.
No había pasado una semana de la pérdida del chico lindo de la clase y descubrí que había otro lindo. Este no tenía el cuerpazo del anterior, pero tenía una sonrisa hermosa, se le hacían los hoyitos a los lados de la boca que le hacían ver aún mejor. La mejor parte es que este sí tenía algo más que las famosas cucarachas jugando pin pong en la cabeza.
Empezamos a saludarnos, luego cruzabamos unas palabras y nos fuimos acercando. Yo soy una persona tímida con quienes no conozco, hasta que el me saludaba, yo me hacía la que no lo veía.
Un día llegue temprano y me topé con él. Hice la prueba el día siguiente y descubrí que el llegaba temprano, ahora el afan por llegar temprano era mío, no de mami. Nos sentabamos siempre en el mismo banquito a hablar de lo que fuera. Cuando llegabamos y había alguien sentado en nuestro banquito, me hervía la sangre ¿Ellos no lo habían captado que ese era NUESTRO banquito?
Continuará...
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