En una clase de literatura, nos pidieron hacer un cuento inspirado en algún fragmento de "100 años de soledad" de Gabriel García Marquez. A alguien le gustó, así que lo comparto con ustedes.
María y la sombrilla
¡No hagas eso muchacha! – Le dijo su amiga Inés al ver que María la abre allí adentro.
María es una persona muy extrovertida que siempre está bromeando con sus amigos. Esta vez llegó muy emocionada con su sombrilla nueva para mostrársela a todos. El problema fue que la abrió dentro de la casa de Inés, cosa que todas las generaciones de ese pueblo, Chumachín, habían creído como una acción que provocaba inmediatamente mala suerte en quien la realizara, se quedaba “jamona” la mujer que hiciera esto. ¿Abrir una sombrilla bajo techo? ¡Nadie! ni loco se atrevía a hacer semejante cosa.
Al principio, María pensaba que era una broma pero al ver la cara de preocupación de Inés, entendió que era en serio. Así fue creciendo su miedo y preocupación. Salió de casa de Inés y todo empeoraba, pensaba en su futuro de ahí en adelante. Caminaba asustada, mirando a todos lados, no había quien se le acercara. Los hombres la piropeaban y ella caminaba más de prisa, no confiaba en nadie, pensaba que cualquiera iba a hacerle daño.
Así fue como la María que antes conocíamos, divertida, graciosa, fue pasando a ser una mujer callada, no hablaba con nadie, a cualquiera que se le acercaba, le hablaba mal, si le hablaba.
María se volvió una amargada, de tantos ligues y enamorados que tenía, ahora no tenía nada. Inés ya estaba preocupada, no tanto por lo de la sombrilla, sino por la actitud de María.
Inés tuvo la genial idea de llevar a María a un santero a ver qué ocurría. El santero no encontró ningún rastro de espíritus, maldiciones, el asunto de la sombrilla, ni mucho menos. Entonces fue que decidió llevarla a un psicólogo.
Al contarle esta historia al psicólogo, el no hizo más que reírse. Después de muchas carcajadas, aún entre risas, logró explicarles. El hecho de que ya nadie enamorara a María, de que sus amigos ya no la llamaran, que no tuviera vida social, no era más que producto de la propia actitud que tomó después de que le dijeran todo aquello acerca de la sombrilla bajo techo.
Con el tiempo, el psicólogo fue dándole terapia, poniéndole ejercicios, etc. para que volviera a tener aquella actitud que le caracterizaba. A medida que fue mejorando, los hombres empezaron a acercársele otra vez.
Feliz de la vida, ya recuperada, Inés entendió que no debía permitir que ideas como esta modificaran su comportamiento.